Lema y vida: “Ay de mí si no predico el Evangelio”
Mons. Agustín Román
La parroquia Good
Shepherd ha celebrado su fiesta patronal el pasado domingo, fiesta de Cristo
Rey. El párroco, padre Michael Greer, me pidió que acompañara al arzobispo John
C. Favalora y predicara en esa ocasión.
Recuerdo cuando el arzobispo Carroll estableció esa parroquia cinco días antes
de partir para la Casa del Padre.
Fue la última parroquia que fundó el querido arzobispo en esta Arquidiócesis de
Miami y recuerdo que le dijo al padre Charles Clements: “Dejen que los miembros
de la parroquia escojan su propio nombre” y así seleccionaron “Good Shepherd”,
El Buen Pastor.
Al principio había 340 familias y las misas se comenzaron en Boystown.
Luego la parroquia se trasladó a la escuela intermedia McMillan. Recuerdo que
ayudé muchas veces en la misa dominical en español al Padre Clements. Era el mes
de febrero del año 1979, yo había sido llamado a servir como obispo auxiliar en
esta Arquidiócesis de Miami. Todo estaba en secreto aún.
El arzobispo Edward McCarthy me había dicho que debía escoger el lema de mi
episcopado, así como el escudo.
Tenía mucho trabajo en esos días y le pedía al Señor que me iluminara. Fue en la
escuela McMillan, mientras celebraba la misa del quinto domingo del tiempo
ordinario que, leyendo la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo
9, el Señor me regaló el lema: “Ay de mí si no predico el Evangelio” (1 Cor
9,16). Por esta razón yo quiero de manera especial a esa parroquia y he seguido
muy bien su historia.
En 1981 la comunidad había crecido el doble, y entonces se recibió el permiso
para una fabricación de uso múltiple para el culto y otros servicios
parroquiales. La construcción dio comienzo el 11 de julio de 1982 y la primera
misa se celebró en febrero de 1983. En junio de ese año comenzó como párroco el
padre Thomas O’Dwyer. Los fieles con su párroco fueron capaces de levantar los
fondos para la construcción del primer local.
Varias veces les visité y confirmé a un gran número de jóvenes en aquel local.
La comunidad crecía, y también el entusiasmo con el tercer párroco, padre
Michael Greer. Era el final de 1987, año en que el santo Padre Juan Pablo II
visitó nuestra arquidiócesis. El párroco, como buen organizador, introdujo la
práctica de la mayordomía, que siempre nos invita a compartir nuestro tiempo,
nuestros talentos y dinero en cada una de nuestras parroquias, por el Reino de
Dios. Tales sacrificios y servicios culminaron en la construcción del actual
lindo templo permanente aprobado por el arzobispo McCarthy en 1993. La
construcción duró un año. El 25 de febrero de 1995 nuestro arzobispo John
Clement Favalora la bendijo en su primera ceremonia.
Los fieles con su párroco han levantado un monumento que habla de su fe. Pero
eso no es todo. Al inaugurarse la Iglesia permanente, conscientes de que la
finalidad de la Iglesia es la evangelización para todos los hombres y las
mujeres, los fieles continuaron trabajando con el fin de construir el Centro de
Formación Católica y la escuela parroquial para los niños de la zona. La escuela
comenzó sus funciones en septiembre de 1995. Esta es una parroquia modelo porque
tiene fieles modelos.
La comunidad continúa trabajando en el plan de mayordomía para abrir sus puertas
a más hermanos y hermanas.
La historia de la parroquia Good Shepherd me llena de entusiasmo. Sus tres
párrocos han sido mis amigos.
Conocí al padre Clements cuando me invitaba a predicar misiones en los años 70
en sus parroquias de Indian Town y Pahoque. Conocí al padre O’Dwyer trabajando
por las vocaciones sacerdotales en nuestro seminario Saint John Vianney y
conozco a su actual párroco, el padre Greer, desde que era seminarista y se
ordenó, y siempre he admirado su entusiasmo por el Reino de Dios.
Les recuerdo con gran afecto y les felicito. Nunca debo olvidar que el Espíritu
Santo me dio mi ideal aquí: “Ay de mí si no predico el Evangelio”.
Fuente: La Voz Catolica. Nov/Dic, 2002